lunes, 11 de enero de 2016

Yojimbo (1961) de Akira Kurosawa

Yojimbo” (1961) **** obra maestra
110 minutos
[Cápsula de Verónica Ríos]


Antes del Hombre sin Nombre, Sanjuro Kuwabatake tenía dos. Yojimbo se desliza entre el fuego cruzado de bandos enemigos usando su ingenio y destreza sobrehumana con la espada con una facilidad que inquieta. Esta última se la pueden quitar de las manos, pero lo primero es lo que trae la trama adelante. 
Tras la caída del emperador, este ronin llega a un pueblo dividido entre dos mafias y decide ponerlas en contra para así librar al pueblo de los criminales que lo parasitan. 
Admiramos a distancia. Lo seguimos con los ojos pero no nos metemos en la pelea misma. Yojimbo camina adelante. La mirada de la cámara es la de un admirador, no la de un igual en el combate: nos queda claro que no tiene ninguno. 
Kurosawa infla al personaje por momentos ya sea poniéndolo arriba en la torre de la campana entre la pelea de cobardes o haciéndolo escuchar conversaciones ajenas que le brindan la información necesaria para salvarse. Crea tensión para luego disiparla con un corte repentino de su espada o retiro elegante que más bien opone a los cretinos de la película, dejándolos a merced de su propia incompetencia y avaricia. No son sus enemigos directos no por falta de interacción o fortaleza sino miedo. Los líderes de ambas pandillas quieren estar de su lado y no dudan en pintarse las mejores sonrisas hipócritas para tomar sake junto al guardaespaldas de nadie. 

Pero tampoco es que no sea humano. Su compasión es intrínseca a su aparente desinteresado ademán. No duda en asesinar a tres matones en plena luz del día para aseverar su posición en el pueblo pero se pone en peligro al ayudar a reunir una familia y a que escape de sus opresores. Este personaje es humano, al fin y al cabo. 
Sin duda, una de las películas con las que el dúo dinámico Akira Kurosawa-Toshiro Mifune logra cementar la popularidad de la mitología samurái en el cine japonés. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario