lunes, 11 de enero de 2016

Desde el Este (1993) de Chantal Akerman

D'Est” (1993) ** regular
Dirigida por Chantal Akerman
107 minutos



Este es un film quasi (no casi) antropológico, que observa sin parpadear, con una mirada que pretende ser fría pero que oculta una necesidad casi (no quasi) famélica de entender al otro— es decir, aquel famoso “prójimo” de los cristianos. La película se puede resumir muy fácilmente como una serie de planos estáticos o lentos travellings laterales que graban, entre otras cosas, gente principalmente caminando por calles cubiertas de nieve o esperando en estaciones de trenes o paraderos de bus o retratados (en el sentido más estricto de la palabra) sentados en sus hogares. Esto por casi dos horas. Chantal Akerman sabe que la mente del espectador va a divagar, incapaz de mantenerse interesada en estas imágenes de extraños hombrecillos y matronas que parecen alienígenas por el distanciamiento con el que decide mostrarlos. 

Y aún así, seguimos observando. Son aquellos lentísimos movimientos de cámara casi hipnóticos que pasan de rostro a rostro a rostro, a veces cruzando miradas con algún personaje, miradas que sugieren historias, miles de historias, son estos movimientos que terminan por traernos de vuelta a la película y hasta van armando una especie de suspense, dejándonos en busca del próximo instante de conexión humana (la sonrisa de una mujer bella, un hombre a varios metros de distancia que salta y agita los brazos y saluda a la cámara, un baile entre dos gorditos de mediana edad, un soldado que no sabe si sentarse o no, etcétera).



Y así vamos entendiendo que este un film que captura. Akerman grabó esto en 1992, yendo hacia Moscú desde Alemania del Este, solo meses después de la caída del muro de Berlín. Está retratando algo que está apunto de desaparecer (en este caso, el estilo de vida cultivado bajo el régimen Soviético). Como ella misma decía, lo está filmando “antes de que sea demasiado tarde”. Es esto lo que le da al film su carácter onírico, de ensueño. Es tal vez una de las pocas películas verdaderamente de fantasmas que existe.  Esto nos ayuda a entender el conmovedor efecto de la última parte del film especialmente, como cuando la violoncelista recibe una ovación o cuando nos quedamos viendo a una mujer cortando salame mientras se escucha un viejo vinilo en ruso. 

Que la directora consiga transmitir todo esto sin dar comentario alguno sobre lo que estamos viendo es admirable. Pero igual— la película es aburridísima, qué te puedo decir. Monumental, sí. Pero aburridísima.

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