miércoles, 20 de enero de 2016

¿Qué Hora Es Ahí? (2001) de Tsai Ming-liang

¿Qué Hora Es Ahí?” (2001) **** obra maestra
Dirigida por Tsai Ming-Liang
110 minutos


Aunque sus películas traten del vacío existencial que viene con vivir (o convivir) en ciudades enormes e impersonales, Tsai Ming-liang siempre ha llevado sus historias hacia lo tragicómico, sacándole sonrisas -tanto burlonas como empáticas- a la audiencia que observa éstas situaciones de extrema soledad enfrentadas con patetismo y resignado silencio. En ese aspecto, Tsai recuerda a Jacques Tati, el cineasta francés que aprovechaba también el plano abierto para utilizar el espacio y alienar a sus personajes detrás de muros y puertas cerradas y ventanales y pasillos, mostrando a varios actores en un solo encuadre pero manteniéndolos irremediablemente separados. Tati también solía -al igual que Tsai- hacer que se desplacen por la pantalla sin acercarse, en elegantes coreografías de mutuo rechazo. 

Otro punto de comparación es el cine silente, específicamente Buster Keaton, quien perfecciona aquellos gags visuales que se basan en calcular los movimientos corporales de los actores: “¿Qué Hora Es Ahí?” es básicamente la versión larga de aquel extenso plano general del bote en “The Navigator”, con Keaton y la chica corriendo de lado a lado, buscándose el uno al otro sin poder nunca encontrarse, porque ella mira hacia otro lado cuando él pasa o porque él baja las escaleras cuando ella está subiendo. Los planos estáticos de esta película funcionan con esa misma lógica. Los personajes están casi siempre acompañados pero -lamentablemente así es la vida- se mantienen siempre, siempre solos.

Y para concluir un resumen—  

La película comienza con un hombre cenando. Luego hay una elipsis y su hijo está dentro de un taxi, llevando las cenizas del padre de vuelta a casa. Él vive con su madre, que tras la pérdida de su esposo entra en una intensa etapa de luto, convencida de que el espíritu de su marido se encuentra todavía viviendo entre ellos. El hijo le vende un reloj a una chica que pronto viajará a Francia, advirtiéndole que está maldito. Ya en París, esa maldición parece manifestarse en una inhabilidad para conectar con las personas que pasan apresuradas a su costado, que la miran sin acercarse, que le hablan en idiomas que no entiende. (Las paredes que separan a los personajes de Tsai muchas veces no son físicas). La mamá le prepara cenas a su esposo muerto. El hijo piensa constantemente en la chica y qué hora será en París.


Ahora, el climax consta de tres encuentros sexuales paralelos: la mamá con su esposo (en realidad su urna); el hijo con una prostituta (que luego le roba); y la chica con otra turista (que la besa dos veces y luego la rechaza, cohibida). Es significativo que la única que sale satisfecha es también la única que no tuvo contacto con alguien de carne y hueso, como si fuese mejor refugiarse en rituales y fantasías que arriesgarte y ser herido por la realidad. Después de esto vemos un fantasma y una rueda de la fortuna que lentamente comienza a girar y a girar y a girar…

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