“Killer of Sheep” (1978) **** obra maestra
Dirigida por Charles Burnett
83 minutos
83 minutos
En una de las mejores escenas de la película, dos gangsters van en busca del siempre somnoliento, letárgico protagonista para proponerle un business. Quieren que forme parte de un asesinato que están planeando. No tiene que jalar el gatillo, solo estar ahí y disfrutar del dinero fácil que le paguen. Stan se rehúsa, pero lo vemos dudando. Su esposa sale a echar a los gangsters del pórtico: “¿Porqué siempre quieren hacerle daño a la gente?”, les pregunta. Ellos le dicen que son hombres y que es solo natural querer usar los puños, al igual que las bestias quieren usar sus colmillos. “Mira a tu esposo”, se burlan. Están bien vestidos, arreglados. “Veinte años con el mismo trabajo legal, ¿y qué ha sacado de ello?”
Esta película alguna vez perdida de Charles Burnett es un trabajo de largos días de verano y calles polvorientas angelinas que aún así nos recuerdan a las dust roads del sur americano rural, con todo lo que eso implica históricamente para las familias negras que vemos deambulando las pistas, jugando dados en una cocina, arreglando motores grasientos y viviendo día a día dentro del sistema sin poder nunca verdaderamente formar parte de él.
Ebert llama al film una historia de gente que mantiene sus valores aún cuando no tiene oportunidades, pero la mirada de Burnett traiciona cierta admiración por los criminales que vemos pavoneándose en pantalla, una admiración no muy distinta al fenómeno del gangsta rap que surgió a finales de los ochentas y alcanzó su apoteosis en los noventa con las fantasías de obscena riqueza propuestas por Biggie Smalls et al. Sus canciones presentaban al gangsta/criminal como héroe folklórico, anarquistas sociales que destapaban la fachada del sistema para revelar sus injusticias y luego usarlas en su propio beneficio, desafiando al hombre blanco a través de la acumulación de riquezas que antes estaban designadas solo para él.
La subyugación de Stan por el sistema lo ha vuelto un ser inerte. (Y este vacío existencial solo parece crecer con cada larga violenta monótona hora pasada trabajando for the man en el matadero de ovejas). Su esposa trata de seducirlo pero él siempre se rehúsa a tener sexo, como si el sistema lo hubiese también dejado impotente. Mientras tanto, los gangsters bromean y ríen como si todavía fueran los niños que dominan gran parte de la película con sus inocentes juegos, ignorando el hecho de que -tal y como las ovejas que Stan dirige al matadero- pronto crecerán para toparse con la triste realidad.
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